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viernes, 26 de julio de 2013

¿Quién se ha llevado mi libro de “auto-ayuda”?

El género de la autoayuda / motivación es uno de los más populares y lucrativos del mercado hoy en día. 


Díganme si no les pasó: apenas entran a una librería y automáticamente son bombardeados por miles y miles de libros que nos meten en la cabeza las formas de dejar de estar gordo, triste... o triste sobre estar gordo.

Estos libros dedican todo su esfuerzo a enseñar que la “mejor forma de ser uno mismo, único, independiente e irrepetible” es comprar una obra carísima y hacer lo-que-sea que una persona (supuestamente reconocida) nos pide que hagamos.

Hay algo que todo este género tiene en común: el positivismo. Muchos quizás estén de acuerdo en que esta característica es esencial para la finalidad del estilo que presentan (y, sobre todo, para que venda)… pero es innegable el hecho de que hay una gran porción del mercado que queda insatisfecha. Hay quienes han encarado cada “Eres el mejor…” y “Sos perfecto/a justo así” y siguen infelices.

El último libro motivacional con el que me enfrenté fue “¿Quién se ha llevado mi queso?” de Spencer Johnson (1998). Lo encontré –hace ya bastantes años– en una olvidada librería; era barato y cortito (106 páginas) así que me agarró curiosidad. Básicamente es una pequeña y muy llana narrativa al estilo de una parábola. Describe la resistencia y reacción ante los cambios (enfocándose en el trabajo) y las estereotipadas reacciones que suelen aparecer en las personas. Para tal fin, se utiliza la estrategia de una trama simple que involucra a dos ratones y dos hombres dentro de un laberinto, todos en la búsqueda del mítico Queso.

Como historia literaria deja mucho que desear (parece más un libro infantil, que destinado a un público adulto), y como libro de “autoayuda” también. 

Si les interesa leerlo se los adjunto en PDF.

 “¿Quién se ha llevado mi queso?”: http://bit.ly/1bVChbM

La moraleja la puede detectar un niño de 8 años (eso quizás sea una ventaja del libro, ahora que lo pienso). Cada uno de nosotros debe confiar en lo que quiere hacer y no dejar de luchar por cualquier cambio que hay en la vida siempre con optimismo y confianza.


El libro puede resultar simple en exceso, pero la temática que trata es universal. El miedo es, en efecto, uno de  factores  que más paraliza al ser humano. Incluso los animales huyen despavoridos cuando lo sienten. Pero  el miedo al cambio de actitud, de pensar  de actuar, es uno de los más complejos, dentro del área de “toma de decisiones”.

“Es más seguro buscar en el laberinto
que permanecer en una situación sin queso”.

Intentar –día tras día– alcanzar  las metas y objetivos,  nos transforman en seres perseverantes  y  debilitan las adversidades que se presentan en el camino.  Adecuarse a los cambios y  perder el  miedo nos brinda seguridad  y, por sobre todo,  la capacidad de visualizar  el entorno que nos rodea,  ayuda a percatarse de las nuevas oportunidades. Es una lección valiosa, pero no necesito que un libro me lo recuerde.

En lo personal, no consumo este tipo de literatura. No digo que la “autoayuda” no sirva… sino que cada uno debe encontrarle el valor a lo que lee y buscar sus propias interpretaciones. Una obra de arte, en definitiva, es siempre un intercambio de experiencias o, si se quiere, un diálogo, un juego de preguntas y respuestas. Esto implica que un texto no siempre es interpretado con las mismas motivaciones por las que fue escrito, sino que el lector lo hace basado en su bagaje cultural individual y en sus experiencias vividas. La variación de este "fondo cultural" explica por qué algunos encuentran apoyo en un texto de “autoayuda” mientras otros lo rechazan.


Creo que un libro puede ayudar muchísimo a una persona a superar sus miedos, sus dificultades y todo aquello que lo perturba. Pero no tiene por qué ser exclusivamente un libro de autoayuda. “Cuentos para Demián” (de Bucay) me pareció simpático en su época… pero he reflexionado mucho más sobre mí mismo leyendo cosas como “El Alquimista”, “El Principito” o inclusive novelas que no tienen como objetivo dejar ningún tipo de enseñanza didáctica (esta, esta o esta también).

Si hay uno que leí que me voló la cabeza (¡lo recomiendo!). Es “THE CELESTINE PROPHECY” (La Novena Revelación) de James Redfield. Igual… es otra cosa. Tiene el “estilo” de libro motivacional, pero con una aventura trepidante, enigmática y que esboza temáticas de filosofía existencial. ¡La dejo para otro post!

¿Qué piensan ustedes? ¿Algún libro de autoayuda o motivacional los ha ayudado en un momento particular de su vida? ¿Existe uno en particular que recomienden? ¡ESPERO SUS COMENTARIOS!

‘Hola, soy Troy McClure. Quizás me recuerden de libros de autoayuda como “Ten confianza, estúpido”y  “Las 1000 maneras de adelgazar fumando”.’




lunes, 22 de julio de 2013

“La borra del café” (novela, 1992)

Autor: Mario Benedetti (Uruguay)
Género: comedia / drama / “coming-of-age”
Leído: Neuquén, somewhere along the way…


Una excelente propuesta literaria para disfrutar cuando tenés 16-17 años. Pero supongo que aun hoy con mis 26 lo volvería a disfrutar.

En 1992, Mario Benedetti, el uruguayo más conocido por sus poesías, publicaba esta novela “coming-of-age”. Claudio, el protagonista, retrocede hasta volver a ser un niño de no más de cinco años. A través de 48 fragmentos cortos retrata su vida y los acontecimientos que lo marcaron en su pasaje hacia la vida adulta.

Una novela muy amena y fácil de leer que provoca una sonrisa constante por su humor y reflexiones profundas sobre la vida. El descubrimiento del amor, la muerte, los lazos de amistad y las elecciones de vida se entrelazan en esta historia de realismo mágico cuyo título –la Borra de Café– se inspira en una cita de Julio Cortázar.


La prosa narrativa de Benedetti es realmente sublime y hace que toda la trama fluya con total naturalidad. La mirada del autor se detiene en anécdotas que invitan a la reflexión, y ofrece perspectivas que resultan claves en la vida de un niño, así como para un adolescente y un adulto. Lo más interesante en la trama es cuando una serie de sucesos misteriosos (la recurrente aparición de una enigmática chica (Rita), una higuera, eventos que ocurren todos a las 3 y 10, etc.) van cobrando mayor importancia. Temas como las Señales y el Destino se articulan en la trama constantemente. 

Hace acordar bastante a “El alquimista”, pero además –ahora que lo pienso– hay muchísimo paralelismo con mi primera novela: “Un verano para recordar”. Creo que, en parte, por eso quise releer esta obra.

Les comparto “La borra de café” en formato PDF para que lo disfruten: http://bit.ly/15lYKs5


Dos cosas me llamaron mucho la atención de la novela. La primera es un cierto “erotismo” expuesto. Claudio vive sus primeras experiencias sexuales y todo se describe con una mentalidad muy abierta y honesta. Me parece que eso para un adolescente es importante. El sexo es retratado sin ocultar nada, con descripciones detalladas, pero se mantiene dentro de lo estético.

Lo segundo es el tono surrealista que se genera sobre el final. La trama está repleta de elementos fantásticos e imprevisibles.  En la obra Claudio se la pasa persiguiendo Signos que lo guían hacia un supuesto Destino. El simbolismo que se genera a través de “Las 3 y 10”, hora clave para los sucesos importantes en la vida del protagonista, colabora con el tono de surrealismo. A las 3 y 10 encuentra un cadáver, sufre una muerte imprevista, se encuentra por primera vez con Rita y es la hora en la que se estrena sexualmente. También, en un bar conoce a un personaje bastante peculiar que le recomienda que apueste al 3 y al 10 de la ruleta (y con eso hace mucho dinero).


El final es sorprendente y reúne a todos los elementos míticos que la novela va presentando: sueños, presagios, los relojes, la espiral, las “3 y 10”, Rita y –claro– lo que la “borra de café” le había revelado innumerable cantidad de veces.


Mario Benedetti retrata la vida cotidiana como un espejo que llevamos todos nosotros en esta emblemática novela de misterio y filosofía existencial. Me resulta curioso que un Benedetti en sus 60 años haya decidido relatar la historia de un niño convirtiéndose en adulto, pero ciertamente lo agradezco.


Una novela corta altamente recomendable que no tuvo demasiada difusión internacional, pero sí dentro de los límites de América Latina.

"¿A dónde van las nieblas, la borra del café,
los almanaques de otro tiempo?"

(Julio Cortázar)

martes, 16 de julio de 2013

La vida como un péndulo: Balzac vs. Stendhal

La experiencia humana se concibe a través de los opuestos, de los extremos. Las sombras necesitan luz para materializarse, la política es un continuo vaivén entre la izquierda y la derecha. Existen los matices, pero a fin de cuentas todo tiende hacia un extremo o hacia el otro.

En el arte en general (y en la literatura de forma particular) la dicotomía por excelencia es lo clásico frente a lo barroco.

En literatura, cuando usamos la palabra “clasicismo” pensamos en un molde expresivo que tuvo su expresión ejemplar y cuyo único oponente serio es el barroco, postura anticlásica violenta que toma distintos nombres según las épocas. 


En el barroquismo, las ideas no se enuncian naturalmente sino que de forma ingeniosa, rebuscada y artificiosa. El idioma se tortura, se retuerce en su sintaxis, y se enturbia su caudal con neologismos (palabras nuevas) y barbarismo. Hace poco hablaba de “La feria de las tinieblas”, una obra barroca –en esencia– del gran Ray Bradbury.

Estos movimientos de literatura barroquizada se fundan  en un propósito loable: rebelarse contra la invasión del lugar común, de la frase hecha. El horror al lugar común (en el que cae el clásico) incita a estos escritores a buscar nuevas formas para vestir viejas ideas.


Por otro lado, en lo “clásico” del arte predomina la razón (de alguna manera, representaría el hemisferio izquierdo del cerebro) y, por tanto, un estilo racional, una locución limpia, lisa, clara y concisa, huérfana de adornos o de rebuscamientos.


Dentro de la historia de la literatura hay un caso muy peculiar que es el protagonista de este post. Honoré de Balzac (1799-1850) fue un escritor francés romántico en su forma y estilo. Para muchos es considerado el maestro de la novela tradicional (podríamos decir que tenía un estilo más clásico). Él creía en la idea de presentar una trama rigurosamente ordenada con la eficacia de una "poética".

Su obra más conocida probablemente sea “La comedia humana”, un proyecto de narración tan extenso que él mismo nunca pudo finalizar. Balzac se propuso, en la planificación inicial, escribir 137 obras, pero al final se quedó en 85 novelas completas (¡aun así: un número altísimo!). Además escribió una famosa novela policiaca (“Un asunto tenebroso”) que, para algunas, representa el primer indicio de novela “de detectives” (aunque Borges afirmaría correctamente que el honor se le debe a Edgar Allan Poe).

Del otro lado del ring tenemos a Henry Beyle (1783-1842), más conocido por su seudónimo,  Stendhal. Es considerado el precursor de la novela moderna y, a diferencia de Balzac, creía en la improvisación y en la sorpresa (una idea más “barroca” que “clásica”). Hacia el final de su vida escribió las novelas que le dieron fama: “El rojo y el negro” y “La cartuja de Parma”.

Hoy se reconoce el “síndrome de Stendhal” (en su honor) a la enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente si son particularmente bellas o están concentradas. Fue Stendhal quien describió este fenómeno en 1817, mientras visitaba la Basílica de la Santa Cruz en Italia. El surrealismo surgiría siglos más tarde, pero este autor ya comenzaba a delinearlo.


Ambos contemporáneos personajes son muy interesantes. Balzac cultiva el realismo (como escuela literaria) en plena fiebre romántica, adelantándose a una escuela que florecerá después de mitad de siglo. Stendhal escribe novelas psicológicas que nadie lee. Pero es una semilla que se abrirá medio siglo después, cuando la novela psicológica se ponga de moda.

Balzac y Stendhal representan, de una forma u otra, formas extremas de encarar la escritura o inclusive la vida misma. ¿Tendemos a ser más ordenados y “limpios” al escribir? ¿Planificamos el texto de antemano? De ser así, nuestras tendencias (más racionales) son clásicas, en esencia.  Quienes suelen escribir textos expositivos o científicos necesariamente necesitan de esta organización previa… pero aquellos que aspiramos a ser escritores de ficción también tenemos nuestras mañas, ¿no? Este tipo de personas serían fieles discípulos de la escuela de Balzac.

Pero también podrían existir seguidores de Stendhal: ese genial roturador de muchos caminos de la modernidad. Aquellos que, al escribir, conciben personajes que aparecen y desaparecen, donde las aventuras se acumulan y predomina el gusto por la improvisación.


Al final de día, supongo que probablemente todos somos un poco de los dos. En mis cuentos tiendo más a la espontaneidad: la idea surge con naturalidad y la plasmo en el papel (en la notebook, de hecho) con impremeditación. En cambio, cuando escribo novelas tiendo a planificar más, armando un esqueleto del argumento, leyendo previamente sobre los temas del episodio y planificando qué es lo que quiero que se cuente.

Viéndolo de esa forma, tengo un poco de escuela stendhaliana, y otro tanto de Balzac. Pero si debo escoger alguno, creo que tiendo más hacia lo racional. Supongo que el estilo de pensamiento que me inculcó la Ingeniería que estudié es mala yerba que nunca muere.


=> ¿Qué me dicen ustedes?  

¿Se consideran seguidores de Stendhal o de Balzac al escribir, o –por qué no– al vivir la vida? ¿Planifican sus acciones o se dejan llevar más por la intuición? ¡Espero sus comentarios! <=

jueves, 11 de julio de 2013

Las ventajas de ser epistolar

Estimado lector,

Mi corazón se estremece con duda ante la posibilidad de desviarme de los más altos estándares de un nuevo post interesante, pero desde mi más profundo ser deseo que este excepcional intento de nota epistolar funcione como disparador para introducirte en el mundo literario del intercambio de cartas.

La novela llamada “epistolar”, como seguramente sabrás, es aquella cuya trama avanza en forma de cartas (epístolas) enviadas o recibidas por los personajes de la misma. También suele incluir entradas de diarios, noticias y –hoy en día– e-mails y post en blogs. Este estilo puede lograr impactantes efectos de realismo en una historia, ya que imita de forma muy similar a la vida real. Es un recurso diferente para utilizar un narrador omnisciente o perpetrar en distintos puntos de vista. Dicen por ahí, no sé quienes… pero lo hacen, que el primer ejemplo español de una novela epistolar fue “Proceso de cartas de amores” (1553) de Juan de Segura.

¿Has visto, por una de esas casualidades, la película “Las ventajas de ser invisible”? La historia es originalmente de Stephen Chbosky y se desarrolla a partir de cartas que el protagonista le escribe a un tal “Charlie”. 

Quizás te sorprenda saber que The Beatles tienen varias canciones “epistolares” como “P.S. I Love You”. Algunos, incluso, han teorizado que toda la saga de Star Trek podría ser un gran género epistolar, considerando que los protagonistas frecuentemente están ingresando notas en sus Diarios de Viaje.

Pero estamos hablando de la novela epistolar. Novelas con un especial procedimiento narrativo que permite cierto tipo de análisis psicológico. Fue utilizada mucho por los románticos (tenemos “Lady Susan” de Jane Austen o algunas historias de Goethe), aunque es un género típico del siglo XIX. Obras como “Frankenstein o el eterno Prometeo” (Mary Shelley, 1818) y “Drácula” (Bram Stoker, 1897) quizás sean las más famosas novelas escritas en este formato. Ambas son excelentes. En la era contemporánea tenemos la primera novela de Stephen King (“Carrie”, 1976), “El diario de Bridget Jones” (Helen Fielding, “1996”) y “Cloud Atlas” (David Mitchell, 2004). Esta última, que tuvo una reciente adaptación en el cine, cuenta una historia en varios periodos de tiempos con algunas secciones de estilo epistolar (que incluyen intercambio de cartas y entrevistas).

 Lo especial de las cartas, querido lector, es que no son ni confiables ni estáticas. Están diseñadas, de alguna forma, para volar gentilmente al son del viento y caer con gracia en  las manos de su receptor como si fuera un regalo (o golpearlo directamente en el pecho, también). Muchas veces, varias cartas entremezcladas forman un conjunto mucho mayor que la suma de las partes, una historia trepidante y enigmática, una muestra de la habilidad de su autor para generar climas de tensión o ansiedad a partir de distintas voces.


Hay una novela en particular a la que le tengo muchas ganas: “La piedra lunar” de Wilkie Collins (1868). Borges la recomienda ampliamente por ser una novela policial de la que Poe estaría orgulloso; además, representa una de las primeras novelas de detectives de Inglaterra. Muchos de mis cuentos policiales preferidos tienen este formato para relatar el crimen ("Las muertes concéntricas" y "La espada dormida", entre tantos otros)

He vacilado ante la tentación de extender estas breves notas más de lo estrictamente necesario. Mi ferviente esperanza es que esta breve exposición despierte tu interés por este precioso género. ¿Qué pensás de las novelas escritas a través de cartas? ¿Has leído alguna que sientas la imperiosa necesidad de remarcarme en forma de comentario? Sin mucho más que agregar, te invito a compartir estas líneas con aquellos que lo valgan y te saludo con la profunda cordialidad que todo fiel lector de blogs merece.

Hasta siempre,



viernes, 5 de julio de 2013

LISTA TOP-FIVE: novelas extremadamente sobrevaloradas

Muchos títulos son grandes obras literarias, sublimes, magnificas. Otras son simplemente buenas, pero han sido infladas desproporcionadamente por la crítica y hoy son clásicos o best-sellers

Odio aburrirme leyendo.

Si un gran clásico me aburre lo dejo. Hablamos de historias que marcaron umbrales pero que son, francamente, infumables. 

...O también de buenas novelas de entretenimiento que no son más que eso, meramente banales y mucho menos emblemáticas. Veamos:

(5) Trilogía de “El señor de los anillos” (J.R.R. Tolkien, 1954)

#Nada mejor que empezar la lista con una controversia.

“El señor de los anillos” es épica, una piedra angular en la historia de la literatura fantástica. Pero mientras que la historia es ambiciosa, ingeniosa y altamente creativa… la trama es bastante difícil de digerir. 

No porque sea intrincada (de hecho es bastante lineal), pero Tolkien pasa demasiado tiempo con subtramas que no llegan a ningún lado, rellena páginas y páginas con detalles –para muchos– superfluos, moviliza la trama a través de violentos eventos “deus ex machina” y divaga trazando el árbol genealógico de cada uno de los personajes.


“Este es Bor, hijo de Mor, de la familia de enanos Gor que se crió en Thordon junto a los míticos paisajes de Zor y Talir en la edad en la que el Sol amanecía desde el monte Sebol y no sobre el magnífico lago Moryul…”


Adoro las películas, pero no pude pasar el primer libro. #LoAdmito. Además “El señor de los Anillos” tiene CANTOS. ¡Está REPLETO de cantos! ¿Ya mencioné las páginas de genealogía y relaciones familiares que descarrilan la trama principal?




(4) “El Código Da Vinci” (Dan Brown, 2003)

Un libro adorado por las masas. Personalmente lo disfruté. Tiene ritmo, suspense, mucho misterio. Pero es históricamente incorrecto, con una escritura mediocre y hasta amateur. Por momentos el narrador mezcla los puntos de vista de los personajes (que de por sí, son bastante planos).

Por suerte, muchos lectores la reconocen por lo que es: una historia con suficientes elementos controversiales y un excelente marketing como para convertirse en uno de los grandes best-sellers de los últimos tiempos. Aunque es imposible negar que la trama tiene más agujeros que un queso gruyere.

Para fascinarse en serio con este tipo de novelas es preferible leer a Umberto Eco o a Arturo Pérez-Reverte. En serio.

(3) “La rebelión de Atlas” (“Atlas Shrugged”, de Ayn Rand, 1957)

Una de las novelas más largas jamás escrita: alrededor de 1300 páginas. El título (en inglés) es maravilloso, mítico, impactante. Pero la novela es eterna. Un futuro distópico narrado (“filosóficamente”) desde un único (y repetitivo) punto de vista. O por lo menos, así me lo han contado (no la leí, ni creo hacerlo tampoco).

Cuando salió en 1957 fue bastante radical, y hoy en día sigue siendo tan alabada como elogiada, pero la verdad es que la trama –altamente política y corporativa– parece ser densa, repetitiva y no llegar nunca a ningún lugar interesante.

(2) “Drácula” (Bram Stoker,1897)

Desde su publicación en 1897, la novela nunca dejó de estar en circulación, y aparecen nuevas ediciones. Precursora oficial de la literatura gótica y el horror moderno, “Drácula” es la responsable de llevar al célebre monstruo a la categoría de “popular”.

Me encantó “Drácula”, aunque pensándolo bien no pasa nada. Partamos de la base: la historia es epistolar (como era típico del siglo XIX); esto significa que carece de narrador per sé. Consiste en una serie de documentos: cartas, noticias y diarios de viaje de los personajes.

La trama principal involucra la peripecia de Jonathan Harker como prisionero en el castillo del Conde. Todo está allí: la atmósfera escalofriante, el misterio, las sexys y cautivadoras vampiras, los famosos diálogos. Pero lo bueno dura demasiado poco. La mayor parte del libro se compone de un intercambio de cartas sentimentales que aburren.

El mismo Drácula no tiene demasiado tiempo protagónico dentro de la trama. Se lo representa más como un “doctor” y no tiene demasiada profundidad como personaje. Como villano deja mucho que desear. 

El terror está ahí, aunque se administra a cuenta gotas. Me gustó muchísimo más “Frankenstein o el eterno Prometeo”.

(1) “Cien años de soledad” (Gabriel García Márquez)

Considerada una obra magna de la literatura hispanoamericana y universal, emblema del realismo mágico y carta de presentación del colombiano Márquez que le valió el premio Nobel de la Literatura en 1982.

Quizás sea uno de los best-sellers menos leídos de la historia de la humanidad (lo admito: nunca lo terminé). Es increíblemente complejo, con siete generaciones de familias y personajes externos que se entremezclan en una trama que esboza lo fantástico. Para complicar aún más las cosas, ¡muchos personajes se llaman igual!


Siempre quise terminar de leerlo y analizarlo por su simbolismo, leitmotivs y referencias religiosas. El libro narra la odisea de la familia Buendía al asentarse en el pueblo (ficcional) de Macondo. La trama se asocia con varios fragmentos bíblicos e, incluso, evoluciona desde la creación del pueblo (su Génesis) hasta su propia destrucción (Apocalipsis). En el medio hay un Éxodo, diluvios, plagas, pecados y ¡hasta incesto!

El hecho de que el libro suela acompañarse con una red del árbol genealógico, así como de infinitas notas al pie, hace que se extremadamente complicado de leer. Un gran clásico que nadie lee.


¿Qué opinan del TOP-FIVE? ¿Qué otra obra sobrevalorada agregarían (o cual no les parece que sea tan así? ¡Espero sus comentarios!

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miércoles, 3 de julio de 2013

Una caracterización vertiginosa de la minificción

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. La minificción –también llamada “micro cuentos”, “relatos hiperbreves” o “minicuentos”–  es la narrativa que cabe en el espacio de una página. Su estudio sistemático es muy reciente, dado que se remonta a los últimos diez años.

Para autores como Lauro Zavala, entre otros, la minificción es la escritura del próximo milenio. Esto probablemente se deba a que es el género de mayor brevedad, diversidad y fugacidad de la escritura contemporánea, además de poseer un elevado potencial para la virtualidad. ¿Será cierto que en cada minitexto se están creando, tal vez, las estrategias de lectura que nos esperan para este milenio?


Philip Stevick (“Anti-Story”, 1971) es uno de los precursores de esta experimentación de narrativa particularmente efímera. A partir de allí, la minificción se fue practicando cada vez con más entusiasmo. Curiosamente, una página puede ser más que suficiente para lograr la mayor complejidad literaria.


LA CIUDAD SOÑADA


Usted llega, por fin, a la ciudad soñada, pero la ciudad ya no está allí. En su lugar se eleva una cadena montañosa de indudables atractivos turísticos. Pero usted no trajo su equipo de andinista, no tiene grampas, ni cables, ni vituallas, usted trajo una guía de restaurantes y un buen traje, y entradas para el teatro. La ciudad, por el momento, está del otro lado, y el guía le ofrece atravesar la cordillera a lomo de mula. Y mientras avanza lentamente sintiendo que su columna vertebral, que sus riñones ya no están para estos trotes, usted percibe en la reverberación del aire que la ciudad está volviendo a formarse a sus espaldas, temblorosos y transparentes todavía los rascacielos, como medusas del aire.

(Ana María Shua, escritora argentina)



Por otro lado, hoy en día el cuento muy breve está siendo revalorado por su valor didáctico. En efecto, en una hora es posible analizar un cuento corto con mayor profundidad que una novela.

Otra característica clave, además de su evidente brevedad, es la confusión de géneros. La minificción es, por naturaleza, un género híbrido (además de ser cambiante en el tiempo). Los microtextos frecuentemente mezclan fantasía con otras especies e incluyen herramientas transtextuales como la intertextualidad o la metatextualidad (según las define Gerard Genette).



LA SALVACIÓN

Ésta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres (…), el escultor presentó su última obra: (…) una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. "¿Cómo un ser tan ínfimo" –sin duda pensaba el tirano– "es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?" Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. "Por humildes que sean" –dijo indicando al pájaro– "hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros".

(Adolfo Bioy Casares, escritor argentino)


Augusto Monterroso (“El dinosaurio”, que ha sido objeto de numerosos artículos) y el célebre Julio Cortázar (Capitulo 68 de “Rayuela”, "Continuidad de los parques" e “Historias de cronopios y de famas”, entre otros) son autores que han sabido dar con el tono de los relatos breves. No es únicamente un estilo de escritura fragmentaria sino también el ejercicio de construir toda una nueva realidad a partir de fragmentos dispersos. Al fin y al cabo, un fragmento es  un elemento que contiene una totalidad que merece ser explorada.

Hoy los concursos de minificciones se han multiplicado en los últimos 10 años y siguen creciendo a un ritmo acelerado. Pero, por sobre todo, la minificción es lo que distingue a la era de Internet. Como afirma la autora argentina Clara Obligado: “Internet es la mina de oro de los microrrelatos. Sobre todo por la influencia de blogs y redes sociales”.

Lo más interesante de los llamados “cibertextos” es la posibilidad que tiene el lector de elaborar una interpretación, participar en el texto a través del feedback, los botones de “me gusta” o +1, compartir el contenido y comentarlo. Así, actualiza el texto, le da nuevo valor y se convierte en un participante activo que le da forma y sentido al texto.

Viéndolo de esta manera, los cuentos compactos, con su brevedad,  diversidad y escritura fragmentaria, son capaces de llegar más rápido al lector virtual, y esto brinda todo un nuevo campo de estudio para la literatura.

¿Qué opinás de la minificción? ¿Será la nueva forma de escritura por excelencia de este milenio? ¡Dejame tus comentarios en el blog o en mi página!


«La microficción pide pocas palabras con
Conceptos y que nos dejen pensar»

(Clara Obligado)
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