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sábado, 31 de enero de 2015

“Un problema de perros” (cuento)

En esta ocasión les dejo un nuevo cuentito. Aunque tiene esbozos de psicología, no es más que un decorado, parte del paisaje. El relato es simplemente un pase de comedia mezclado con altas dosis de ironía. No creo que sea de mis mejores trabajos, pero sí me divertí mucho escribiéndolo. 

¡Espero que les guste!

El cuento ganó una Segunda Mención de Honor en el 16° Certamen Literario Nacional "Leopoldo Lugones" (Necochea, 2017) y Cuarta Mención de Honor en el Concurso de Cuento Breve de la Biblioteca Popular Sarmiento (Tres Arroyos, 2017).

Versión narrada del cuento en este link.


***

“Un problema de perros”

—El problema es que somos como perros desesperanzados —digo en voz alta, con la boca llena de pan y salamín.
Estamos en lo del Gordo, un amigo de fierro. Nos rateábamos juntos en la secundaria para jugar a la compu. Hace un montón, en otra vida. Es su cumpleaños (al parecer la gente todavía festeja los cumpleaños) y su mujer preparó una picada increíble: jamón crudo serrano, leberwurst, lomo americano, mozzarella boconccino, fontina tipo suizo. Todo muy gourmet. Una genia la esposa, la verdad, me saco el sombrero.



La cuestión es que ahí estamos: el Gordo, Vero (la mujer), el Seba, Mati, y yo. Los de siempre. Pero también cayó la amiga divorciada de Vero —en sus 40, buscando donde aterrizar la nave antes de que se le acabe el combustible— y hay tres amigos del laburo del Gordo. Y creo que están por llegar los suegros. De pronto me parece que somos muchos. Y cuando termino de pensar en eso, digo lo de los perros.
—¿Qué? —dice Mati, como era de esperarse. Él siempre es el primero en preguntar.
—Sí, lo dijo el Dr. Seligman a principios de los 90 —explico mientras pincho un quesito con el tenedor—. El tipo era psicólogo y hacía experimentos con perros. Estudiaba la incapacidad de actuar que suelen tener.
Hago un silencio de evidente teatralidad. Ya los tengo.
—El tema es que puso a unos cuantos perros en una jaula, y aplicó corriente eléctrica a las rejas. Tras varios intentos de escapar, los perros desistían y se echaban al suelo. Ya ninguno quería recibir los choques eléctricos. Más tarde los puso en otra jaula, con la puerta semiabierta y sin electricidad: ninguno se movió. Habían aprendido la impotencia y la desesperanza. Creo que todos somos un poco así.
Mati deja los cubiertos al costado del plato. Suena un teléfono en algún lado que nadie atiende.


—Los pobres perros daban por hecho que sus intentos no iban a servir para nada. ¿Para qué intentarlo? —sigo y me meto un bocado de lomo ahumado con pan, que acompaño con cerveza fresca. La divorciada me mira feo—. Seligman comprobó que estos perros pesimistas con el tiempo sufren más enfermedades, mueren antes… y yo creo que muchas veces nos sentimos igual de indefensos.

La picada está tremenda. El pancito recién preparado, calentito, crujiente. También hay unas papas fritas doradas como soles, brillantes, aceitosas. Inclino la fuente para dejar que caigan al plato y las embadurno de salsa golf.
—Somos los perros de Seligman —continuo— y lo peor es que más o menos a esta edad nos damos cuenta. Antes somos invencibles, imparables. Pero terminando los 30 aparecen los miedos, las deudas, la presbiopía, la presión alta, los exámenes renales, la disfunción eréctil, la soledad… Es como un virus que crece y crece: la imposibilidad de ganarle a la vida, la necesidad imperiosa de transcender, de querer ser recordado.
—Es muy cierto lo que decís… —aporta Vero, horrorizada, y lo mira al Gordo con cara de “¿para cuándo el bebé”?
Me clavo una salchichita alemana y miro a uno de los amigos del laburo del Gordo.
—¿Cuántas cosas nos faltan por hacer? Vamos a ser polvo, desaparecer de la faz de la tierra. Todo lo demás va a seguir ahí, pero no nosotros.
—Es verdad, es verdad… —dice alguien muy serio. Pero yo no lo veo, clavo la vista en las berenjenas al escabeche.


—La muerte está ahí. Te dice: “hola, ¿te acordás de mí?”, más o menos a esta altura de la vida. Y apenas levantamos la cabeza para mirarla. De alguna forma, aunque la jaula esté abierta, seguimos tirados, desahuciados. Para el que no siente esperanza, no es posible ver las oportunidades y posibilidades de cambio, aunque las tenga enfrente. Lo dijo Seligman, no yo. Por eso yo encaro la vida de otra forma, aprovecho el momento, lo capturo … —bebo un sorbo de cerveza.

Se generó un ambiente de mierda. Ahora el Seba juega con el tenedor a pinchar los restos de una picada inexistente, y la divorciada junta los restos de pan con el dedo índice. No sé por qué salté con lo de Seligman. Lo vi en un programa de National Geographic anoche y me pareció que los iba a dejar pensando. 

Al final salió mejor de lo que esperaba. El problema es que me pareció que la picada no iba a alcanzar para todos y —se los confieso— por un momento me preocupé mucho.

***


***


Chocho con el premio y la familia...

***


Acá estaba yendo a la entrega de premios, con mi súper GPS del primer mundo.

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=>> Otros cuentos míos en el BLOG: “Implacablemente suyo” (cuento ganador de certamen internacional), “¡Cuidado, adultos jugando!”, “El horno” (microrrelato) y “Castillos en el aire” (cuento ganador de certamen internacional).

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11 comentarios:

  1. Muy bueno. Por un momento mientras leía pensaba que estaba en Cuba.

    Saludos
    Carlos

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  2. ¡Te felicito! ¡Es excelente! Se nota que lo escribiste muy relajado. Tiene algo de Fontanarrosa, esa cosa de los amigos y las situaciones típicas en una mesa donde se mezcla la erudición. Y el final garpa, ¡K.O.!

    Las entradas anteriores no las contesté porque no tengo la suficiente competencia. Pero se nota que le dedicaste laburo.

    Abrazo, siga así

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  3. Bueno, no queda por decir nada que no haya dicho ya. Esto del estilo coloquial se te da muy bien XD

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  4. Mmm...
    One hundred dogs, two hundred dogs.. If you know what I mean ;)

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    Respuestas
    1. Busted! You know if I read ya, I was gonna get you!
      Nice approach eitherway..

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  5. Hola Luciano,

    Muy buen cuento, estoy leyendo el libro de Daniel Goleman que está salpicado de estudios clínicos (IE), pero precisamente estoy leyendo otro de psicología profunda (Mujeres que corren con los lobos), que también cita éste estudio y de como perdemos el instinto de supervivencia, más bien de como perdemos el instinto de vivir plenamente a nuestro gusto individual. Creo que has captado el sentimiento de angustia del ser humano tanto en el papel de la mujer Vero, como del personaje que cita el estudio que resume muy bien como se siente él. Felicidades, me gusto.

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    Respuestas
    1. Leí el libro original de Goleman (tiene varios). Me gustó bastante, de hecho. Interesante el otro que mencionás, el nombre es bastante llamativo como para llamar mi atención. Lo voy a tener presente.
      ¡Gracias por pasarte!

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  6. ja... muy bueno Lu ! Lo disfruté y me divertí muchísimo ! Tengo la imagen de tu cara y tus ojos clavados en la picada y me rió de nuevo... ( No se porque me hago a la idea de que la cerveza es artesanal .. ) Abrazo

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