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jueves, 17 de agosto de 2017

El bueno, el malo y el feo: la deconstrucción del Western


Estrenada en 1966 como parte de la Trilogía del dólar, El bueno, el malo y el feo, la celebrada película de Sergio Leone funcionó como una inyección de frescura en las películas del spaghetti western. En esta nota quiero analizar lo que, en mi opinión, fue la gran deconstrucción del Western.


¿De qué va la historia?

Durante la Guerra Civil Americana, un cazarrecompensas apodado “Blondie” (Clint Eastwood) y un bandido conocido como “Tuco” (Eli Wallach) llevan a cabo una estafa de pueblo a pueblo hasta que el primero decide terminar la sociedad e irse con todo lo juntado. 

Tuco lo persigue buscando venganza.

En el medio, un sanguinario mercenario, “Angel Eyes” (Lee Van Cleef) descubre que hay una buena cantidad de oro escondido y conoce el nombre de la persona que lo enterró.

Tuco y Blondie se tropiezan con la misma información, por lo que los tres pistoleros inician una carrera frenética por hacerse con el dinero.

La película fue la definición de “clase B” para los años ´60: se hizo con un presupuesto escaso, filmando con prisa y utilizando efectos prácticos como los que usaba Orson Welles para abaratar costos. 

Debido a que trataba sobre la guerra civil (un tema muy sensible para la época), se dijo que iba a ser un fiasco comercial, y tuvo una distribución terriblemente limitada.

Sin embargo, acabó convirtiéndose en una de las películas  más importantes de todos los tiempos.

La deconstrucción del western en El bueno, el malo y el feo

Es universalmente aceptado el hecho de que esta película destruyó el género del western como se lo conocía hasta ese momento. No sólo modificó radicalmente la moralidad de los protagonistas (estos son pistoleros sin una pizca de heroísmo, egoístas y ambiciosos) sino que también alteró la estructura dramática sobre la cual se construían estas historias, dejando apenas lo mínimo y necesario.

El bueno, el malo y el feo no tiene largos diálogos, un argumento épico o grandes escenas de exposición. En su lugar, la trama es una historia muy chiquita sobre tres personas traicionándose mutuamente. No hay caballeros vestidos de blanco, damiselas en peligro o grandes héroes. No hay un sacrificio por el bien mayor.

El ambiente como protagonista

Además de popularizar algunos elementos cinematográficos innovadores como el  conocido mexican standoff, la película presentaba mucho simbolismo a través de la música y el ambiente. Tomemos, por ejemplo, el climax final en el cementerio.


El cementerio del popular duelo final enfatiza el fin de los caminos de los tres personajes principales. Sergio Leone planteó la situación de una forma brillante, de tal manera que ninguno de los tres hombres podría salir ileso de ahí.

El ambiente está diseñado como una suerte de circo romano, como si las tumbas de los muertos fueran espectadores del triple duelo. Una escena hermosa –editada con maestría– que se toma todo su tiempo para desplegarse.

El legado de El bueno, el malo y el feo

El bueno, el malo y el feo cumplió 50 años en el 2016 y su legado dentro del séptimo arte sigue intacto, incluso más vivo que nunca en una época donde el western está resurgiendo gracias a producciones como la remake de Los Siete Magníficos, lo último de Tarantino (Los 8 más odiados), la venidera adaptación de La Torre Oscura y la fantástica primera temporada de Westworld.

Por cierto, si todavía no vieron Westworld, no sé qué están esperando. Es espectacular.


No es un misterio que El bueno, el malo y el feo la película haya influenciado los estilos y temáticas de directores como Quentin Tarantino, Sam Raimi, Robert Rodriguez y Martin Scorsese.

Las largas tomas y los electrizantes acercamientos, la música impresionante de Ennio Morricone, el distintivo uso de la violencia, los personajes absolutamente odiables y de moralidades grises, los estilísticos duelos con armas, hacen de esta película un clásico absoluto. No es la primera vez que una parodia de un género logra revitalizarlo por completo.

Y seguramente no será la última.


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